El género en
disputa
Judith
Butler
Personalmente, leer el
texto de Butler fue un reto enorme debido a que la autora se adentra en las
verdaderas profundidades del movimiento feminista desafiando todo tipo de
estructura. A mi consideración, parecería ser que la tarea de Butler se asemeja
a aquellos postulados postestructuralistas y busca dejar todo atrás,
transformar la realidad y dejar al desnudo todas las implicaciones de los
modelos socialmente aceptados. A continuación recogeré simplemente algunos
postulados que llamaron mi atención debido a que admitir que comprendí
totalmente a Butler sería un postulado lejano a la realidad.
Para empezar tomaré una
fuerte frase de Beauvoir que a mi parecer resume todo lo que Butler quiere
decir a lo largo del primer capítulo: no se nace mujer; llega una a serlo. ¿Si
una no nace mujer entonces a través de qué medios llega a serlo? Y, ¿cómo es
posible afirmar esto?
El primer apartado se
enfoca en determinar a las mujeres como sujeto del feminismo. Con este fin, es
fundamental comprender los conceptos de representación y de política. Por
representación se entiende la “función normativa de un lenguaje, que al
parecer, muestra o distorsiona lo que considera verdadero acerca de la
categoría de mujeres.” Es claro que el lenguaje juega un rol importante en estos
aspectos puesto que a través de este nos convertimos en sujetos o en mero
objetos. ¡El lenguaje todo lo transforma y todo lo crea! Si es así, como
mujeres debemos aceptar que el lenguaje se ha desarrollado en nuestra contra
por milenios. El lenguaje se ve reflejado en la ley y admitir que la mujer es
sujeto del feminismo primero implica la necesidad de ser sujeto, y
jurídicamente hablando, solamente son sujetos aquellos determinados por la ley
que son centro de imputaciones jurídicas y protagonistas de las leyes. ¿Acaso
existen sujetos antes de la ley?
Con respecto a las mujeres
llama mi atención el postulado de Butler que afirma la imposibilidad de
encontrar un “concepto generalmente compartido de las mujeres.” Es decir, nos
agrupamos como grupo oprimido por la sociedad a través de la historia pero en
realidad lo único que tenemos en común es el ser mujeres. Al contrario, no se
han tomado en cuenta todas las diferencias culturas y concretas de cada una de
nosotras. Yo me pregunto, ¿acaso es suficiente con ser mujer?, ¿se agota en el
ser mujer quienes verdaderamente somos? O más bien dicho, ¿nuestra esencia es
ser mujeres y no tenemos nada más que esta identidad? Son preguntas complejas
que a mí se me ocurren al momento pero que en realidad responderlas supondría
quebrantar el status quo.
En el segundo apartado,
Butler se enfoca en los conceptos de sexo, género y deseo. Creo que la mayoría
de nosotros asociamos al sexo con un aspecto biológico y al género con un
aspecto cultural de identidad. El efecto que Butler logró en mí después de este
apartado reside en cuestionarme si género en realidad significa una identidad
construida socialmente. De acuerdo a Butler, “el género no es a la cultura lo
que el sexo es a la naturaleza” y si esto es cierto, ¿qué es el sexo, el género
y el deseo?, ¿acaso pueden ser posibles invenciones culturales o son
adaptaciones del cuerpo sexuado?
Para Beauvoir el género se
construye y esto para mí implicaría una decisión por parte del ser humano. En
lo personal todavía me cuesta determinar si el género es una cuestión de libre
albedrío o si se trata de una cuestión de determinismo. También es importante
reconocer aquellas corrientes que afirman que el género es una cuestión
secundaria versus aquellas que manifiestan que “la noción misma de persona
situada en el lenguaje como un sujeto es una construcción [..] masculinista que
en realidad niegan la posibilidad […] de un género femenino.” Como lo dije
antes, esta cuestión del género me conflictúa en gran medida puesto que no
encuentro una respuesta que pueda ser “la verdad.”
Probablemente lo que más
llamó mi atención del texto son las posturas de Beauvoir y la de Irigaray.
Mientras la primera alega que la mujer es el Otro que ha sido segregado y
oprimido, la segunda admite que la mujer es lo no representable dentro de un
lenguaje y una sociedad completamente masculina. Irigaray manifiesta que
solamente existe un sexo, el masculino y que este evoluciona mediante la
producción del Otro. Admito que me interesa en gran medida la posición de Irigaray
en cuanto le da un rol fundamental al lenguaje. ¿Qué mujer no ha sentido que
nuestro lenguaje es falogocéntrico? Ciertamente yo lo he vivido y por eso
sostengo que dentro de todas las teorías feministas, las que más me llaman la
atención son aquellas que buscan un cambio en el lenguaje.
Por su parte, Foucault
realiza un gran aporte al aseverar que la categoría de sexo “es la producción
de una economía difusa que regula la sexualidad.” Siendo así, la categoría de
sexo se eliminaría si existiera alteración alguna a la hegemonía heterosexual.
A veces me pregunto en qué punto de la historia se estableció socialmente la
heterosexualidad como lo natural, lo propio del ser humano. Me intriga puesto
que a partir de esta concepción se establecen todos los cánones sociales, todo
el aparato del status quo.
Concuerdo con Butler cuando
esta afirma que “la experiencia de una disposición psíquica o de una identidad
cultural de género se considera un logro”, pero acaso este logro pueda ser una
falacia. En realidad, ¿qué es el género? Yo me sigo preguntando esto a través
de la lectura de todo este texto y ya no me basta la relación que previamente
hacía al género con la identidad.
En realidad, este texto me
ha confundido en gran medida. Creo yo que justamente esto ha sido el objetivo
de Butler: destruir las bases conocidas y aceptadas socialmente respecto a la
mujer, al sexo, al género y al deseo. Este proceso de deconstrucción asombra y
asusta al principio pero sobretodo abre la puerta a la investigación propia para
averiguar lo que será nuestra verdad.
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