Teorías Postestructuralistas
Raman Selden
A lo largo de este capítulo
Selden describe las teorías postestructuralistas y sus distintos representantes.
No hay duda de que el posestructuralismo es una corriente atrevida que destruye
las teorías planteadas previamente. Si tuviera que resumirla en una palabra,
podría decir que el postestructuralismo es irreverente.
Para empezar, esta corriente
busca “desalentar las pretensiones científicas del estructuralismo”. En este
sentido, resulta para mí un poco contradictorio que los postestructuralistas no
lleguen a conclusión alguna ni permitan un sistema concreto de análisis
literario. Es como si buscaran destruir todas las corrientes previas sin
proponer ningún cambio, sin establecer parámetros. Es por esta razón que me
resulta difícil comprender en su totalidad a los postestructuralistas.
Todo empieza con Barthes,
quien propone un “abandono de las aspiraciones científicas.” Barthes establece
la imposibilidad de que el autor sea la única autoridad para interpretar el
texto y manifiesta el grave error de los estructuralistas al querer descubrir
el centro del texto o reducirle a una estructura preconcebida. A Barthes le
siguen críticos como Lacan, que fue estudiado previamente en la sección del
psicoanálisis.
El padre de la
deconstrucción postestructuralista es Derrida. Este crítico manifiesta que,
hasta las teorías estructuralistas, admiten la existencia de un centro. En
realidad, hemos creado la figura del centro porque “nos garantiza ser en tanto
presencia.” Derrida no busca derrocar estas figuras centrales, sino que busca
negarse a uno o a otro polo de estos sistemas para evitar que estos se conviertan
en centros (ej: blanco/negro). El proceso de desconstrucción reside en derrocar
o deshacer esa jerarquía violenta. Para hacerlo, debemos invertir la jerarquía
y solamente así llegaremos a reconocer los dos polos, sin que exista un centro.
El ejemplo del bien y del mal permite aclarar este proceso de deconstrucción. Así,
este proceso empieza cuando
“localizamos el momento en que un texto transgrede las leyes que establece para él mismo: es el momento en que […] el texto se viene abajo.”Esto por supuesto constituye una ruptura del pensamiento logocéntrico puesto que implica que lo que se habla no requiere de sentido alguno o de centro alguno.
“localizamos el momento en que un texto transgrede las leyes que establece para él mismo: es el momento en que […] el texto se viene abajo.”Esto por supuesto constituye una ruptura del pensamiento logocéntrico puesto que implica que lo que se habla no requiere de sentido alguno o de centro alguno.
La deconstrucción fue un
movimiento tan fuerte que se propagó a Norteamérica con rapidez. Probablemente
a esto contribuyó el hecho de que se buscaba derrocar con desesperación el
formalismo impuesto por la Nueva Crítica. En todo caso, una figura que resalta
es la de De Man, especialmente su distinción respecto a filosofía y literatura.
A través de la desconstrucción, De Man logra admitir que es posible “leer la
filosofía como si fuera literatura […] y leer la literatura como si fuera
filosofía.” Al igual que Derrida, De Man se niega a establecer una nueva
jerarquía. A mi parecer, la deconstrucción busca en cierta medida derrocar los
sistemas de poder o la jerarquía a través del lenguaje.
A diferencia de la Nueva
Crítica, la deconstrucción “engulle la historia en el dilatado imperio de la
literatura.” Esto implica que las obras de los historiadores, al igual que las
de los literatos, no son una representación de la realidad sino que se hallan
contaminadas por la figuralidad.
Harold Bloom sostiene una
posición bastante atrevida respecto a la poesía. De acuerdo a este crítico, “al
haber llegado tarde a la historia de la poesía, [los poetas] temen que sus
padres poéticos ya hayan utilizado toda la inspiración disponible.” Por esta
razón, a los poetas no les queda otra opción que relacionar sus poemas con los
previos, interpretar la obra de poetas emblemáticos y buscar nuevas formas de
interpretación o acaso errores.
Debo reconocer que la
teoría postestructuralista que más me llama la atención es la que sostiene
Foucault. Esto debido a que Foucault admite que el discurso tiene una relación
íntima con el poder. Es decir, que la lengua o el habla pueden ser empleados
como una herramienta para alcanzar el poder. Foucault admite que “es evidente
que el poder real se ejerce por medio del discurso.” Si es así, ¿qué tipo de
discurso es el que conlleva al poder?
De acuerdo a Foucault no se
necesita únicamente de un discurso, sino que se requiere también que este
discurso encaje dentro de las descripciones de verdad de la época. Es decir, el
discurso debe ser acorde a la ideología dominante ya que “lo que se puede decir
cambia de una época a otra” y por lo tanto no basta decir la verdad sino que
esa verdad se acople a la verdad de la circunstancia. De lo contrario, la
persona que emite el discurso puede ser tachada de loca o rebelde. Son
múltiples los ejemplos en la historia que prueban esto. El discurso termina
siendo “una violencia que ejercemos sobre las cosas” con la finalidad de
adquirir poder.
Los postestructuralistas se
niegan a forzar el texto y a tratar de encasillarlo de una determinada manera
como las teorías previas lo hacían. Sin embargo, esta corriente tampoco permite
aclara la manera en la cual un texto debe ser analizado ni ofrece parámetros
para hacerlo. No existe conclusión alguna y el lector se queda estancado en las
arenas de la ambigüedad tras leer sobre las teorías postestructuralistas.
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