martes, 21 de junio de 2016

Habitación propia - Woolf

Una habitación propia
Virginia Woolf

Esta obra de Woolf es un verdadero clásico al momento de adentrarnos dentro de la teoría feminista. Tuve la oportunidad de leer a Woolf hace algunos años. Esta obra en especial la he vuelta a releer a través del tiempo y puedo afirmar que cada vez me adentro un poco más en su verdadero alcance. A continuación presento un análisis que realicé sobre la obra el año anterior y posteriormente pasaré a comentar ciertos aspectos nuevos que he encontrado a partir de una nueva lectura.


A través del ensayo “Una habitación propia”, la escritora inglesa logra dar respuesta a un tópico de gran interés y escaso estudio: la mujer y la novela. Mundialmente reconocida, Woolf es un baluarte de la literatura femenina y no deja de sorprender con sus múltiples obras. “Una habitación propia” penetra la realidad de una sociedad patriarcal en la cual nadie se atreve a buscar la verdad por la cual la mujer que se dedica a las letras se ha encontrado limitada en gran medida a lo largo del tiempo. Por medio de un recorrido histórico, la escritora logra que el lector descubra los gravámenes que la misma sociedad ha impuesto a la mujer entregada al arte.  Woolf hace uso del recurso narrativo del flujo de conciencia y consigue recabar en las posibles causas materiales que han condicionado la libre expresión artística femenina.
Para empezar, la autora emplea la primera voz con el fin de conseguir un efecto personal. Es por eso que el ensayo se trata de un recorrido de la mano de Woolf. Así, el primer capítulo retoma las reflexiones iniciales de la autora y las interrogantes originales con respecto a las mujeres y la novelas escritas por este género. Para esta tarea, las cavilaciones de la escritora transcurren a lo largo de diferentes espacios.
El empleo de múltiples espacios por los cuales el “yo” personal transita es de gran relevancia por varias razones. En primer lugar, permiten al lector recrear la realidad física de la autora y el contexto histórico en el cual se desarrolla la historia. Además, el paso por los jardines pacíficos de Oxbridge, el rechazo de entrada a la biblioteca de la famosa universidad, la conversación con Miss Seton, la comida servida en Fernham, las estancias del British Museum, entre otras localidades, son escenarios importantes como pruebas cabales de la tesis sostenida por Woolf. Las mujeres, por tanto tiempo posicionadas en un rango inferior a los hombres, han sido supeditadas y limitadas en gran medida dentro del área del conocimiento.
Es imprescindible hacer reparo en dos espacios contrastados: la universidad de Oxbridge y la universidad de Fernham. De manera sutil, Woolf pretende determinar el alto grado de diferenciación entre ambos centros educativos. Así, en Oxbridge –universidad de hombres- la entrada se encuentra limitada como si se tratara de un club privado y la comida es sumamente exquisita. Por el contrario, en Fernham –instituto femenino-, la entrada es libre y los alimentos proporcionados son ordinarios. Esta observación permite a la autora inferir que en realidad, “Inglaterra se halla [ba] bajo un patriarcado”.[1]
Con el fin de dar una respuesta cabal al tema de las mujeres y las novelas, la autora se remonta a un estudio de la mujer a lo largo de los siglos. Así, comprueba con asombro que los hombres han escrito en gran medida sobre la mujer. Opiniones divididas son el resultado del análisis. No obstante, llama la atención la obra titulada La inferioridad mental, moral y física del sexo femenino[2]. Una obra con semejante contenido solamente pudo haber sido escrita por una mente llena de cólera. Woolf, se cuestiona la causa de esta ira, para descubrir estupefacta que no se trata sobre la inferioridad de la mujer sino por el contrario, se trata de demostrar la superioridad del hombre.[3] Es decir, el hombre necesita confianza suficiente y un alto ego para triunfar en la sociedad. Es por esta razón que la mujer ha ocupado un lugar recluido en la historia. En este sentido, la reivindicación de la mujer no puede significar otra cosa que la caída del hombre.
En conformidad con la autora, la mujer que se dedica al arte requiere de condiciones materiales para lograr una carrera exitosa. Así, por ejemplo, la condición económica de la mujer es imprescindible si esta quiere dedicarse a la literatura. En el caso de Woolf, la herencia dejada por su tía Mary Beton contribuyó en gran medida para alcanzar un estado de seguridad en el cual se podía dedicar libremente a la actividad escogida. Por esta razón, decidir la importancia entre el derecho al voto y el dinero, es cuestión fácil para la escritora. El dinero tiene mayor relevancia puesto que los ingresos fijos aplacan la lucha por la supervivencia y el odio y la amargura que una mujer puede tener contra el otro sexo.[4] Es así que una mujer que tiene ingresos económicos no depende de nadie, ni necesita aprobación alguna, gozando de “la libertad de pensar directamente en las cosas.”[5]
La cuestión de la pobreza femenina no acaba en la explicación personal de la autora. El verdadero misterio reside en la falta de literatura femenina durante siglos pasados. Por supuesto, la mujer ocupaba un rango inferior y no poseía “ni el talento ni la habilidad” para escribir. Además, el contexto histórico no permitía a la mujer desarrollar estas capacidades. La mujer se encontraba obligada únicamente a casarse en el apogeo de la juventud, a tener una cantidad innumerable de hijos y al cuidado del hogar.
Otro factor relevante para la creación literaria es el estado mental de la mujer. Es conocido que para ser una escritora de renombre se debe gozar de un estado mental propicio para estimular la imaginación. Las pocas mujeres que poseían una situación económica acomodada y gozaban del lujo de la educación, eran duramente reprochadas por la sociedad en caso de querer dedicarse a las letras. Por lo tanto, la mujer no poseía el estado mental “propicio al trabajo creador”[6] debido a las hostilidades sociales y a las arduas críticas. No cabe duda de que una mente empujada por la ira y la cólera no puede crear una obra “entera e intacta”.
Finalmente, un elemento imprescindible para desarrollar una profesión artística es la “habitación propia”. Este es un lugar donde no existan interrupciones, un espacio de paz y estimulación. Sin embargo, tener un espacio propio era totalmente inusual para una mujer pues tenía que compartir la sala común con los miembros de la familia.
Es así que antes del Siglo XIX, los obstáculos reales que la mujer debía enfrentar para dedicarse a la literatura eran tales que resulta improbable que existan grandes obras literarias femeninas o prototipos de escritoras. Ante tal represión, la mujer optó muchas veces por el anonimato.
Para terminar, Woolf destaca el rol de Aphra Behn como una escritora que hizo de la literatura su estipendio mensual. Así, esta mujer logra demostrar que a cambio de un pequeño salario, es posible dedicarse a escribir. A partir de Behn, “la mujer de la clase media empezó a escribir.”[7] Es decir, la autora admite que es necesario algún tipo de remuneración económica para que la mujer pueda escribir libremente. Si estas condiciones se dan, la literatura femenina florecería en gran medida.
Como conclusión, “Una habitación propia” es un ensayo magnífico que logra resaltar el escaso rol de la mujer en la literatura de antaño. A través del flujo de conciencia, Woolf rescata las causas de esta ausencia de producción literaria. De esta manera, el dinero, la habitación propia, y la aceptación social son factores fundamentales para el desarrollo de una escritora.


Bibliografía:

Woolf, V. Una habitación propia. Barcelona: Editorial Seix Barral, 2008.


Crítica

Considero que es importante encauzar a Woolf dentro de una de las discusiones sobre la diferencia sexual. Como lo sostiene Selden, Woolf pertenece a aquellos que abogan que la diferencia fundamental de sexos recae en las condiciones económicas y sociales. Así, Woolf se enfoca principalmente en analizar desde este punto de vista la posición de la mujer en la literatura y las desventajas de esta.  Esta determinación es primordial puesto que me permite afirmar que Woolf no estudia ni profundiza aspectos biológicos, del discurso o del inconsciente a lo largo de su obra.
Una de las cuestiones que me intriga en gran medida en esta obra, es la capacidad de Woolf de narrar y de crear diferencias a partir de la interpolación de múltiples espacios. Creo que para la época, emplear este recurso literario fue acertado en cuanto permite la ardua crítica a la sociedad inglesa y a la desigualdad imperante. Es fascinante también el recorrido histórico por el cual las obras literarias de las mujeres no fueron conocidas previamente. Esa censura, esa capacidad de inhibir a las mujeres y de lograr que se sientan inferiores.
Llama la atención particularmente el juego que Woolf realiza al momento de explicar la razón por la cual las mujeres fueron subyugadas a través de un discurso de dominación masculina. Woolf manifiesta que el hombre no tenía por objetivo desacreditar a la mujer, sino que pretendía abogar por la superioridad del hombre. Claro que el efecto termina siendo el mismo por un proceso de exclusión por el cual si el hombre es superior, eso implica que la mujer es inferior. ¡De nuevo empleando el lenguaje binario!
Por último, en mi opinión esta obra no es anacrónica en la actualidad. Es imposible afirmar que existe igualdad de sexos, al menos en nuestros país. ¿Acaso algún día existirá? No obstante, dentro de la literatura es posible notar que las escritoras han tomado un papel de reivindicación en las letras y pueden escribir cuanto tema les antoje. ¿Hasta qué punto esta afirmación es cierta?  





[1] Woolf, V. Una habitación propia. Barcelona: Editorial Seix Barral, 2008, p. 27.
[2] Íbid, p. 25.
[3] Íbid, p. 27.
[4] Woolf, V. Una habitación propia. Barcelona: Editorial Seix Barral, 2008, p. 30.
[5] Íbid, p. 30.
[6] Íbid, p. 42.
[7] Íbid, p, 48.

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